23 agosto 2005

NO TENGÁIS MIEDO... TAMPOCO VOSOTROS



Cuando en algunos sitios se cierran puertas, en otros se abren ventanas y la vieja parroquia de Sankt Peter de Colonia las abre para atender a la religiosidad de lesbianas y gays cristianos que intentan, como todos, seguir a su modo un camino de verdad y vida

COLONIA. Sobre la torre de Sankt Peter, la iglesia donde se bautizó Rubens, hay, además de la campana, un gran neón azul que reza «Don´t worry» a los cuatro puntos de la noche de esta liberal y católica Colonia, un «no tengáis miedo» con el que el párroco quiere reasegurar a sus vecinos: «Jesús ya nos ha liberado de todos los miedos».

Para un porcentaje de cristianos, uno de los miedos, hoy como siempre, es aceptarse diferentes sexualmente, en una sociedad hipersexualizada pero que ha creado secularmente sus normas para multiplicarse y protegerse de lo confuso, aunque dejara a algunos en las márgenes, explica Reinhold Weicker. Su organización ecuménica, Homosexuelle und Kirche (HuK), informa a fin de que «chicas y chicos homosexuales no se alejen de la Iglesia» y encuentren aquí «una familia que los acepta». También en la Iglesia antoniana encuentran ayuda para reconciliar «su alma y su corazón humano». Empezando por saber que «cuando Dios terminó de crear el mundo, lo miró y vio que todo era bueno», resalta Kai Kullen del Foro Europeo de Organizaciones Homosexuales Cristianos (en España: Cohesión y Acegil).

Mandamientos, evangelio, reglas o enseñanzas de la Iglesia tienen una graduación y se viven en distintos niveles de Iglesia: «Cada cual debe encontrar honestamente su lugar, en comunión con otros y cumplir lo que pueda, como hago yo mismo», dice el jesuita Friedrich Mennekes, de Sankt Peter, en el centro de la vieja capital del Rhin. «Dios no ahoga nunca» y la Iglesia es sabia aún por vieja en su autonomía parroquial: Sankt Peter es «la iglesia vacía», literalmente aparte de vidrieras y altar, que es de Chillida. Representa el vacío dejado por la guerra, cuando de 8.000 parroquianos sólo quedaron un puñado. Agonizante, el padre Mennekes la abrió a toda la ciudad y a la región, quería reconciliar arte e Iglesia, «volver a anclar el evangelio en la sociedad: hicimos la Iglesia de la cultura, aquí han estado Saura, Tapiès, Chillida, Villalba, tenemos el órgano más moderno del mundo y mil personas se desplazan hasta aquí para la misa del domingo». (Hablando del órgano, el padre Peter Bares, uno de los grandes organistas de música contemporánea, está indignado con el «subnivel musical» de estas Jornadas de la Juventud).

Una Iglesia para niños

También hay una misa de niños célebre en la ciudad: Es una Iglesia de niños y adultos, «los jóvenes no vuelven por aquí hasta que tienen su primer niño, la primera crisis de toda persona». Entonces necesitan reengancharse. «Como me dijo el otro día una mujer china que me trajo a sus niños a bautizar y ella no era cristiana: un niño tiene derecho a una lengua y una religión. Con ellas avanzará en la vida, luego él verá».

Roman Claren (27 años) encontró en la parroquia a una decena de homosexuales como él cuando cayó por Sankt Peter, «tenía un despertar religioso y un amigo me habló de ella». La voz ha ido corriendo y hoy unos 25, hombres y mujeres, participaban en una procesión nocturna: «Hablar de inquietudes y volver a acercar a otros gays a la Iglesia es lento y trabajoso, como siempre fue ir de misión», explica Roman, que está en el consejo parroquial. Él ha traído a su pareja, Andy, que era protestante y «hoy es más católico que yo».

En los antonianos, Reinhold (46 años) aconseja a los homosexuales que vayan a sus comunidades y hablen con el párroco, «verán que existen otros». Mo Stiegler, lesbiana de la Organización de Mujeres Católicas Suizas (SWCO), admite que la «salida» para las chicas sigue siendo difícil: «Todo el mundo tiene algún amigo gay pero ¿conoce a alguna lesbiana?». Con los antonianos, las mujeres son apenas un 5-10%, lo que contrasta con que «las mujeres son más comprensivas con la homosexualidad».

Información extraida de: abc

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