30 enero 2008

El candidato del PP no sólo no ha llegado al centro, es que no ha llegado aún a 1789

Zerolo: “Con Rajoy es imposible la igualdad en España”

Ha declarado Pedro Zerolo –al que con satisfacción doy la bienvenida como articulista de El Plural- que “con Rajoy es imposible la igualdad en España”. El secretario de Movimientos Sociales y relaciones con las ONG del PSOE replica así al candidato de la derecha, quien se ha opuesto nuevamente a que se utilice el término matrimonio para las uniones de parejas homosexuales y a que éstas puedan adoptar.

¿Pero por qué se obstina la carcunda sociológica y política en negar a los homosexuales su condición de ciudadanos de pleno derecho en un Estado democrático como es el de España? Porque ése es el fondo de la cuestión. Todos los ciudadanos –de acuerdo con la Constitución vigente- han de tener idénticos derechos y, por supuesto, idénticos deberes. Los ciudadanos heterosexuales pueden contraer matrimonio. ¿Cuál es la razón, Sr. Rajoy, para que las lesbianas, gays, transexuales y bisexuales, no puedan hacerlo o no puedan tener hijos adoptados?

 
Ciertas mentes clericales
Y que no insista Rajoy en la cantinela –tan empleada desde el PP y sus disciplinadas terminales mediáticas- de que el problema radica en cómo se denomina la unión formal de los homosexuales. Nadie hasta ahora ha sido capaz de argumentar con solidez la razón por la que no debería denominarse matrimonio a la boda entre homosexuales. Muchos monseñores arguyen que con la modificación de la legislación actual en España ha desaparecido legalmente el matrimonio digamos tradicional. Esto, sin embargo, no es más que una filfa, una patraña o, si se prefiere, una hipócrita restricción mental a la medida de ciertas mentes clericales.

 
Procesión mediática
Refirámonos a la actitud de los jerarcas de la Iglesia respecto a los homosexuales. El último prelado que se ha manifestado sobre la homosexualidad ha sido el de Orihuela-Alicante, Rafael Palmero. Los monseñores vienen saliendo a lo largo de esta legislatura en permanente procesión mediática. No hay apenas día sin intromisión de clérigos con galones de mando en los asuntos terrenales.

 
Con ímpetu renovado
Es decir, que los obispos han entrado una vez más en la política partidista, apoyando a la derecha, algo parecido –como no podía ser de otra manera- a la doctrina que expande a diario la COPE. Buscan derribar como sea al Gobierno socialista. En Andalucía se han quitado ya la máscara de la ambigüedad, que era cada vez más leve, y han recordado a sus fieles, aun empleando otras palabras, que votar izquierdas es pecado. No olvidemos que el liberalismo también lo fue en buena parte del siglo XIX.


Mezquina exposición científica
Pues bien, Palmero advierte que “la biología dice que normalmente la homosexualidad es una enfermedad (…) aunque puede haber otra situación concreta que tenga otra explicación y tal, pero normalmente nadie quiere ser homosexual”. Paupérrima exposición científica, con “tal” incluido, la de este obispo, ajeno siquiera a la caridad cristiana, que arremete también contra el divorcio exprés y minimiza la violencia de género recomendando “paciencia” y señalando que a menudo se trata más bien de “problemillas”. Lo peor de este monseñor cavernario es que no constituye la excepción, sino que forma parte de la regla general, que es la del fundamentalismo católico.

 
Los dos artículos
No le extrañe, en todo caso, a Zerolo que Rajoy no sea partidario de la igualdad en España. Tiene escrito Rajoy, en los primeros años ochenta del pasado siglo, dos artículos de loa a las ideas de dos autores reaccionarios; artículos que fueron publicados en El Faro de Vigo no de jovencito, sino siendo primero diputado autonómico gallego y luego presidente de la Diputación de Pontevedra.

 
Los dos autores
Esos autores que tanto agradaban a Rajoy fueron Luis Moure Mariño, un fascista del 36, y Gonzalo Fernández de la Mora, ideólogo de la dictadura. Ambos defendían la natural desigualdad entre los humanos. Y es que Rajoy no sólo no ha llegado nunca al centro, sino que no ha llegado aún a 1789. O sea, todavía no ha llegado a asumir la igualdad como uno de los pilares de la democracia.

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