29 diciembre 2007

"Curar" a los homosexuales

Aunque la Organización Mundial de la Salud dictaminó, hace casi veinte años, que la homosexualidad no es una enfermedad, en no pocos medios martillean estos días con la “curación” de los homosexuales. El obispo de Tenerife acaba de contarnos cuanto añora aquellos tiempos en los que se consideraba “enfermos” a los gays. Por no hablar de “los menores que van provocando” (¡pobres curas violadores, lo que tienen que sufrir!). Y como es previsible, en la próxima manifestación “en defensa de la familia”, se volverán a lanzar imprecaciones contra gays y lesbianas.

El epicentro de este desvarío, gozosamente admitido por la iglesia católica, podemos localizarlo en la Norteamérica profunda. El viejo sur racista, antaño defensor de la esclavitud y las palizas a los negros, se está descolgando en los últimos años con su cruzada homófoba y en salvaguardia de la “familia tradicional”.

Así, el senador por Idaho, Larry Craig se convirtió en cruzado contra los derechos de los homosexuales. “Destruyen la familia”, “corroen nuestros valores cristianos” o “los homosexuales nos arrastran al fin de nuestra civilización”, eran las frases repetidas por este señor… ¡hasta que fue detenido en unos urinarios públicos por un policía sin uniforme a quien, momentos antes, había intentado meter mano! El senador, acompañado de su contrariada esposa, se declaró culpable.

Claro que esto no es nada al lado de las proezas de Bob Allen, congresista por Florida (republicano, ¡cómo no!) quien alternaba sus funciones en el Congreso con las de prostituto en parques públicos. Por supuesto, Bob Allen era un inflexible guerrero contra las ampliaciones de derechos a los homosexuales.

… No es difícil, por tanto, barruntar que, detrás de cada actitud homófoba, lo que se oculta y disimula sea una homosexualidad como un armario (nunca mejor dicho). No pocos psiquiatras y psicólogos consideran que los homosexuales reprimidos, al no aceptarse a sí mismos, proyectan su rabia, en forma de execración o burlas, hacia quienes sí reconocen y exhiben sin complejos sus gustos homosexuales.

En una legislatura donde se ha profundizado en la ampliación de derechos a las minorías, las posturas homófobas deben dibujarse, ante nuestros ojos, como lo que son: un multicolor batiburrillo de bufones a los que nadie debería prestar atención.

Otras veces, la homofobia se manifiesta de manera más sutil: “hay que tratar a los gays con compasión y delicadeza”. Sin duda, un avance frente a las execraciones. Sin embargo, el trato a las minorías, en una democracia madura, no puede ser otro que el respeto. Ciertamente, los gays son una minoría. Pero, precisamente, por ello, el respeto debe acentuarse.

Frente al batiburrillo de bufones que menosprecian a las minorías, frente a las negras bocas que aseguran que “los menores van provocando”, esta legislatura nos ha enseñado que el respeto a las minorías (gays, inmigrantes, menores, mujeres maltratadas…) es la materia prima de la democracia.

No lo olvidemos el próximo 9 de marzo


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