18 noviembre 2007

Lahore, meca del sexo prohibido

El estado de excepción acaba con el lugar de reunión de los transexuales paquistaníes

Situado a espaldas del fuerte mogol de Shahi Qilla, entre calles destartaladas y construcciones abigarradas, se encuentra el barrio «rojo» de Hira Mandi, conocido como el Mercado del Diamante. Este distrito centenario, construido en el siglo XVII durante el imperio Mogol, ha sido desde entonces el centro de la vida nocturna en Lahore.


Durante siglos las «tawaif» (bailarinas y cortesanas) han entretenido a la nobleza musulmana. Entonces eran mujeres refinadas, con un alto nivel de educación, pero la tradición ha cambiado mucho y las «tawaif» son ahora prostitutas comunes o transexuales que bailan en locales populares. En el Mercado del Diamante habita el mayor número de transexuales de todo Lahore. Las «tawaifs» viven al margen de la situación política del país, encerradas en su mundo de luces de neón. Pero desde que se declaró el estado de excepción los locales están cerrados y no hay actuaciones.

En uno de esos cuartuchos desolados nos reunimos con Ashiba, Nibi, Shabo y Saima.
Todos ellos van vestidos con el traje tradicional que usan las mujeres -camisa larga, pantalón bombacho y un chal para cubrirse los hombros-. A pesar de los gestos refinados, sus enormes pies ennegrecidos delatan las miserables condiciones de vida. Ashiba, de 41 años, es el más veterano y cuando habla no para de gesticular con las manos. Este transexual explica que nació así. «Desde que era pequeña me he sentido una mujer, pero en mi casa no lo aceptaban y por eso mi padre me pegaba». Con resentimiento añade: «Hace 25 años abandoné a mi familia siendo un hombre y vine a Lahore para ser una mujer». Ashiba se queja de que le consideren mayor para seguir trabajando como bailarina. «Los hombres los prefieren más jóvenes. Por eso he tenido que hacerme una liposucción», detalla, mientras nos enseña orgulloso el perfil de sus caderas. Ashiba ha pagado cerca de 3.000 euros por la operación de estética en la clínica privada Akram. «La vida es fácil cuando eres joven. No paras de tener clientes y te llaman de todos los locales. Y de repente descubres la cruda realidad: que eres viejo, transexual y estás sólo».

«Ya no se respeta la experiencia. Los jovencitos no tienen talento para bailar. Y encima vienen aquí y nos quitan el trabajo», se queja su compañero Nibi, de 40 años. «Antes éramos como una gran familia y se respetaba la jerarquía», añade.

Nibi viene de una familia humilde de la localidad de Kassar, a 40 kilómetros de Lahore. Al igual que Ashiba, tuvo que abandonar su casa. «De pequeña soñaba que un príncipe vendría a mi casa a pedirme la mano y nos marcharíamos a su palacio», dice con nostalgia, mientras añade afligida que «el palacio se ha convertido en un cuarto sin ventanas y yo no soy princesa, sino puta».

Nibi es «la mejor bailarina» de todo Lahore. «Nací con este talento; es un regalo de Dios», asiente sin modestia. Las bailarinas eróticas cobran 1.000 rupias paquistaníes (poco más de 11 euros) por actuación. Incluso algún que otro clérigo lanza dinero con generosidad. Pero es un espejismo, la conservadora sociedad paquistaní no acepta a los transexuales y por eso están condenados a vivir de forma ilegal.

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